Redacción / Diego Fusaro responde a La Emboscadura
Traducción de Michela Ferrante Lavín
1. Sr. Fusaro, pertenece usted a un ramillete de jóvenes pensadores que, en menos que se santigua un curita de iglesia de barrio, son capaces, en un tiempo récord y sin haber leído un solo libro suyo, de coleccionar una ingente masa de enemigos. ¿Tan atrapados estamos los europeos en la dictadura de lo políticamente correcto?
Hoy prevalece en todos los ámbitos lo que yo llamo el pensamiento único políticamente correcto y éticamente corrupto. El pensamiento único es, marxianamente, la ideología que glorifica al nuevo orden mundial clasista, centrado en las finanzas globales, en la destrucción de los derechos sociales, en la lucha desde arriba contra las clases trabajadoras y las clases medias, en la destrucción de todas las raíces éticas, como decía Hegel: desde la familia al Estado, pasando por los sindicatos, la escuela pública y la salud pública. Es el triunfo del liberalismo cosmopolita. Es evidente que, como decía Gramsci, ‘una teoría es revolucionaria en la medida en que es elemento de separación y distinción consciente entre dos campos, en cuanto es vértice inaccesible al campo adversario’. Este deberá, entonces, contrarrestarla de todas las maneras posibles, desatando a los perros guardianes, a los mandarines del poder constituido. Es lo que está ocurriendo hoy. Todas las tesis que defiendo son criticadas y difamadas sin que nadie ponga en tela de juicio los temas argumentándolos a la manera socrática. Eres fascista, eres comunista, eres estalinista, eres mussoliniano, pero nadie usa la ‘paciencia del concepto’, como diría Hegel, para refutar realmente las tesis que defiendo. Como decía Marx en ‘El capital’: ‘Todo juicio inspirado por una crítica verdaderamente científica será bienvenido para mí’.
2. A usted lo han etiquetado de «roji-pardo». ¿Es usted, en verdad, un «roji-pardo»? Y si lo es, ¿cuáles son los porcentajes del cocktail?
La categoría de ‘rojipardismo’ es una de las muchas en la galaxia del pensamiento único políticamente correcto que difama como ‘comunista’, ‘fascista’ o ‘rojipardo’ -que es la síntesis de los dos- a todo el que no acepte la idea del mercado único global, donde fluyen las mercancías y las personas cosificadas. Hoy figura como ‘rojipardo’ quien propone la necesidad de volver a controlar política y democráticamente el mercado despolitizado. El pensamiento único debe, pues, difamar como ‘rojipardo’ quien no acepte el dogma liberal que se fundamenta en la economía desregulada (derecha), y en la visión fucsia de los derechos civiles del consumidor individualizado (izquierda), junto con la remoción de los derechos sociales, de la comunidad demócrata, ellos mismos liquidados como ‘rojipardos’.
3. ¿Karl Marx o, antes bien, Antonio Gramsci y Giovanni Gentile?
He escrito un libro titulado ‘Idealismo e prassi – Fichte, Marx e Gentile’ (Il Nuovo Melangolo, Génova, 2013), en el que argumento, en síntesis, que la filosofía de la praxis de Marx, tal y como aparece en sus once ‘Tesis sobre Feuerbach’, es una reelaboración de la doctrina de la ciencia de Fichte, que piensa el yo como determinante del no-yo. Pues bien, el propio Giovanni Gentile, el mayor filósofo italiano del siglo XX, elabora la filosofía del actualismo releyendo a Marx y pensando el ser como resultado de la praxis, como ser puesto por el acto en acción que determina todo lo que es. Antonio Gramsci, por su parte, con su filosofía de la praxis (‘Cuadernos de la cárcel’) no hace más que releer a Marx a través del actualismo de Giovanni Gentile. Por lo tanto, la filosofía de la praxis de Gramsci hubiera sido imposible sin el actualismo de Giovanni Gentile. Gramsci, en efecto, lo escribe en los ‘Cuadernos de la cárcel’, cuando afirma que lo que él propone es una filosofía del acto, pero del ‘acto impuro’ dice Gramsci para distinguirse de Gentile. Lo dicho para recordar que, contrariamente a lo que estamos acostumbrados a hacer trazando distinciones claras entre los pensadores -según sean de derechas o de izquierdas-, en la historia de la metafísica occidental esta distinción no tiene importancia, lo que cuenta es la clasificación según ideas inteligentes o no inteligentes; según la grandeza filosófica y la no grandeza filosófica. Está claro que Marx, Gramsci y Gentile se colocan del lado de la grandeza filosófica, dando lugar a un fecundo entretejido de perspectivas que intenté reconstruir en ese libro. El libro provocó, obviamente, el ladrido desenfrenado de los intelectuales alineados con el pensamiento único, cuya idea es que no deberían existir contaminaciones de ningún tipo entre el comunista Gramsci y el fascista Gentile.
4. Sr. Fusaro, ¿que le dice a usted la palabra «populismo»?
El populismo es, en la coyuntura actual del globalismo cosmopolita, el momento de la lucha de clases desde abajo. Esto lo dijo muy bien en Italia Carlo Formenti en su libro ‘La variante populista’. Hoy en día el conflicto de clases, se da entre una élite cosmopolita, liberal y financiera, lo que con Hegel llamaré el señor globalista (lo alto) y la ‘masa damnata’ de los derrotados de la globalización (lo bajo) que, citando otra vez a Hegel, llamaré el siervo nacional-popular. Este padece las agresiones de los que están arriba, porque la lucha de clases hoy es una masacre de clases controlada de manera unívoca desde lo alto en nombre de las privatizaciones, de las liberalizaciones, de la globalización, del ‘más Unión Europea’, más mercado. Hoy el populismo es el momento de la reconstitución del polo dominado, Gramsci la llamaría una ‘subjetividad antagonista y consciente’, es decir, el regreso de una conciencia en las clases bajas, en el pueblo, entendido como masa unida formada por la clase media pauperizada por la globalización y las viejas clases trabajadoras precarizadas que padecen el proceso de globalización. El odio que la clase dominante expresa hacia el populismo es, por un lado, el odio hacia el pueblo, o sea, hacia los perdedores de la globalización y, por otro lado, el odio de clase de los que están arriba contra la posibilidad de una reconstitución de un polo antagonista de los de que están abajo y pretenden recuperar el conflicto de clases y las grandes conquistas sociales obtenidas con la lucha de clases: derechos sindicales, derechos laborales, estado de bienestar, y así sucesivamente. Hoy es imprescindible ser anticapitalistas y populistas a la vez.
5. En su libro «Pensare altrimenti» sostiene, grosso modo, la tesis de que el fin último del capitalismo es la destrucción de la familia en aras del triunfo del individualismo más rampante. ¿No cree, sin embargo, que esta deconstrucción de la sociedad podría, paradójicamente, por reacción, generar el huevo que destruya al capitalismo?
En mi libro ‘Pensare altrimenti’ (Einaudi, Turín, 2017) y aún más en el libro ‘Il nuovo ordine erótico. Elogio dell’amore e della familia’ (Rizzoli, Milán, 2018) he argumentado que el capitalismo hoy en día, en su variante liberal y cosmopolita, tiene como objetivo la desertización de la sociedad; es decir, la destrucción de todas las raíces éticas hegelianas que dan un fundamento sólido y comunitario a la sociedad: desde la familia al Estado soberano nacional, pasando por los organismos públicos (sindicato, escuela, salud pública). La agresión del capitalismo contra la familia es evidente, la sociedad capitalista se presenta hoy como un ‘gay pride’ (orgullo gay) permanente, cuya finalidad no es el reconocimiento de los derechos de los homosexuales -un acto justo e imprescindible-, sino destruir, humillar y ridiculizar a la familia tradicional basada en la pareja hombre-mujer, en la crianza de los hijos y en su educación, puesto que esta es una raíz ética impermeable al mercado. En la sociedad de mercado solo debe haber individuos, solía decir Margaret Thatcher. Hay que destruir todo vínculo que no sea un vínculo mercantil: desde la familia al estado solidario, pasando por los sindicatos y las demás raíces públicas. Creo que la reetización de la sociedad es un momento fundamental para la destrucción del capitalismo, de lucha contra el capitalismo, por esta razón mi libro ‘Il nuovo ordine erotico. Elogio dell’amore e della familia’ termina con el cuadro de un artista búlgaro que representa El cuarto Estado de Pellizza da Volpedo, pero aquí los protagonistas no están de huelga, están casándose, esto para remarcar cómo hoy en día el matrimonio es una acción revolucionaria con respecto a la desertización hiperindividualista promovida por el capital y sus agentes financieros.
6. La periodista canadiense Lauren Southern afirma en su último documental, «Borderless» que el tráfico humano entre Marruecos y España se ha convertido en un suculento negocio para las mafias de los nuevos negreros. Parece, pues, que cada vez está usted menos solo en la denuncia real del tráfico ilegal de personas favorecida por el propio Sistema…
No he visto el documental de Lauren Southern, pero si esta es la tesis que sostiene me parece plausible; de hecho, hemos entrado en la fase 3.0 del colonialismo. En el pasado los europeos hacían rapiña de esclavos en África, los deportaban a América y regresaban a Europa con las ganancias conseguidas. Luego vino el tiempo del colonialismo imperialista estudiado por Lenin, cuando los europeos explotaban en África a los africanos y volvían a sus patrias con las riquezas que les sacaban. Ahora estamos en la fase 3.0: los europeos desestabilizan a los países africanos con bombardeos éticos e imperialismos humanitarios, véase el caso de la Libia de Gadafi en 2011, promueven el desarraigo y la huida de los africanos, fingen ser acogedores y hospitalarios, pero en realidad los introducen en los circuitos de la superexplotación capitalista, con salarios de hambre gracias a los cuales explotan a los africanos, reducen los costes de la fuerza laboral local en general y crean conflictos horizontales entre los últimos, entre migrantes y nativos. La obra maestra del poder es esta: procurar que los esclavos se enfrenten entre sí y no se unan para luchar en contra de los que están arriba. Las prácticas de la globalización se basan siempre en una reducción de los salarios y de las condiciones de los trabajadores. La inmigración masiva es un arma de inmigración masiva funcional al señor cosmopolita, este es el punto fundamental, la palabra mágica del señor globalista y de las izquierdas fucsias, ‘puertos abiertos’, es el imperativo clásico del discurso del capitalista que quiere que todo se haga en nombre de la ‘open society’ (sociedad abierta), de la libre circulación para que el mundo entero se convierta en una red de intercambios comerciales, en un plano liso para el flujo de las mercancías, de los beneficios, de los capitales, de los deseos consumistas y de los seres humanos, reducidos a mercancías, que, en abstracto, pueden circular libremente, pero en concreto, están obligados a hacerlo por la ley cruel del capital.
7. Todo parecía indicar que la derecha iba a barrer en las elecciones generales griegas, a Syriza… ¿La extrema izquierda sólo ha servido para eso, para hacer el trabajo sucio que ni la propia derecha ni la social-democracia estaban dispuestas a hacer?
Syriza y Tsipras resultaron ser unos traidores de las clases trabajadoras y de la clase media. Vendieron la cabeza de Grecia a los poderosos ‘euronómanos’ de Bruselas, como yo los llamo, es decir, a aquellos que, ante el problema de Europa, dicen que necesitamos más Europa, como si un drogadicto ante el problema de la droga dijera que el problema se resuelve tomando más droga. Afortunadamente en Grecia la izquierda no es solo la izquierda fucsia de Tsipras, existe también el partido comunista que aún tiene el valor de decir: ‘¡Fuera de la Unión Europea, fuera del euro y fuera de la OTAN!’. En Italia tenemos un equivalente glorioso: el Partido Comunista Italiano de Marco Rizzo. Este debería ser el verdadero comunismo, el comunismo rojo de la hoz y el martillo, de las clases trabajadoras, no las izquierdas fucsias del orgullo gay y de los derechos civiles del consumidor individual, o sea, las izquierdas más apreciadas por el señor cosmopolita. La verdadera izquierda es la izquierda comunista de Gramsci y del Partido Comunista que lucha contra el capital por el trabajo, que está a favor del cuarto estado y no del tercer sexo o de las variantes del capitalismo de los derechos individualizados del consumo. Basta con haber leído ‘La cuestión judía’ de Marx para saber cómo distinguir el ‘citoyen’ del ‘bourgeois’, el ciudadano emancipado del individuo burgués consumidor. Este es el punto fundamental, hoy más que nunca debemos superar las viejas categorías de derecha e izquierda para crear un bloque populista y soberanista, internacionalista y del trabajo que luche por la emancipación de las clases trabajadoras, asuma la soberanía nacional como el marco dentro del cual llevar a cabo las luchas de clases de lo bajo contra lo alto, del pueblo contra las élites. Esto no será ni de derecha ni de izquierda, será del trabajo contra el capital, será de la nación de los trabajadores contra el globalismo de los amos apátridas.