El pasado día 22 de junio se presentó en el NH Zurbano de Madrid la revista “La emboscadura”, una revista de análisis político e histórico para estos momentos que nos ha tocado vivir. La revista viene a llenar un espacio para el público español que, hasta donde alcanzo, no estaba cubierto aún: el de la crítica radical del presente, desde posiciones –por llamarlas de algún modo- “alternativas” e “identitarias”. La revista fue presentada por Josep Alsina Calvés y por el que esto escribe. El primero, en calidad de director de la publicación, puso de manifiesto las líneas directrices de una posible alternativa al mundo monopolar del capitalismo demoliberal, como ideología canónica de la modernidad triunfante. El segundo, señaló la importancia de contar con una publicación diferente, en la que se expresen ideas que reivindiquen el pueblo como centro del quehacer político.
Ambos coincidieron en que se trata de analizar el momento actual, que transcurre impetuoso y trepidante, pero intentando mirar más allá del torbellino de noticias y de acontecimientos en el que la mayoría de los medios oficiales pierden la cabeza. Así, cuando solo se habla del chisme escandaloso y del pacto político del momento, es bueno que los españoles tengan a alguien que les diga a donde vamos y qué es lo que pasa. La revista pretende tener sentido de la Historia porque sin él la Política, la Gran Política, no es posible. Desde esta perspectiva, “La emboscadura” es una rara avis donde las haya. Vivimos tiempos donde los “opinadores” y otros “profesionales de la información” carecen de la preparación necesaria, por un lado, y en segundo lugar viven en la creencia de que solo interesa el ahora.
Estos personajes son, por supuesto, completamente ajenos a las grandes tendencias históricas y humanas que se van desarrollando con cada manojo de nuevas decisiones aparentemente inconexas pero que, vistas con esa perspectiva de la que ellos carecen, dejan ver claramente hacia donde vamos. La revista se constituye por tanto como contrapunto al periodismo profesional.
Ahora bien: más allá de la contingencia y la oportunidad, ¿cuáles son las claves más enjundiosas de la revista? Primero, la libertad. Esto no quiere decir que sus páginas puedan contener cualquier cosa. Quiere decir que en sus páginas el lector interesado encontrará análisis y estudios que otros no se atreven a hacer. Para empezar, algunos de sus fundadores promueven la célebre “cuarta teoría política” de Aleksandr Duguin, una apuesta que quiere ir más allá de las doctrinas que hoy por hoy conforman el mundo, sean de corte demoliberal o sean de corte marxista en sus mil y una tendencias y variaciones. Aunque a algunos Duguin les pueda parecer un pensador discutible, no cabe duda que se trata de una apuesta decidida de “sacar los pies del tiesto”. Y esto es algo más que necesario en los tiempos que corremos, donde la fuerza del poder se basa en la anulación de la crítica y el conformismo más extremo que conociera la historia. El mérito de “La emboscadura” es no solo, como decimos, “sacar los pies del tiesto” sino sacarlos en la dirección correcta: no se trata de radicalizar lo que ya hay si no de superar la decadencia con una propuesta diferente. De ahí que las páginas de la revista destilen una crítica minuciosa de ese mundo estático, perfectamente acabado, que profetizara hace veinticinco años Francis Fukuyama y que lejos de encontrarse al final de la Historia, nos ha conducido a todos a una época sombría donde el reloj histórico cuenta los días para arrojarnos a la sima de la decadencia final. Precisamente por este motivo, por hacer sonar las alarmas ante la catástrofe inminente y por aprestar a la gente sana a la defensa, “La emboscadura” es también una señal para la esperanza. Y por eso también asume el mito jüngeriano del emboscado, que aguarda el nuevo despertar sumergido de lleno tras las líneas del campo del enemigo, respondiendo desde su escondite a la hostilidad del enemigo con las armas que la ocasión le permite. En palabras de Jünger, ““el emboscado no le permite a ningún poder, por muy superior que sea, que le prescriba la ley, ni por la propaganda ni por la violencia. Y, en segundo lugar, el emboscado se propone defenderse; para ello no sólo utiliza los medios y las ideas que son propios de su tiempo, sino que a la vez mantiene abierto el acceso a unos poderes que son superiores a los temporales y que nunca podrán ser diluidos en puro movimiento”.
Por encima del poder hoy aparentemente indestructible, se alza sobre los hombres el manto misericorde de Dios, entre cuyos pliegues acecha el emboscado.
Eduardo Arroyo